Salmos 79, 80 y 81

 

Llegamos hoy en nuestro estudio al Salmo 79. Y podemos observar que es una oración, y esto no es una oración que usted y yo podemos hacer, ya que por lo que leemos usted se podrá dar cuenta de lo que dice. Pero es una oración particular para el pueblo de Dios, la nación de Israel, en ese día de dificultades que se está aproximando para ellos. Ya hemos visto varias oraciones como esta. Este es un Salmo de Asaf. Hemos podido observar por algún tiempo varios de sus Salmos. Él era un gran músico, probablemente el escritor de estos Salmos, y también el que los arreglaba. Fue en realidad un asistente de David. No sabemos si David contribuyó a estos Salmos o no, aún cuando somos de la opinión que sí lo hizo. Asaf era contemporáneo de David. Notemos pues, lo que dice el versículo primero de este Salmo 79: 1Oh Dios, vinieron las naciones a tu heredad; Han profanado tu santo templo; Redujeron a Jerusalén a escombros. (Sal. 79:1) La ciudad que los falsos profetas habían dicho que nunca podría ser tomada; el templo que ellos habían dicho que nunca podría ser destruido, fue destruido, y la ciudad fue tomada, y el pueblo fue llevado en cautividad. Y eso no sólo sucedió dos veces, sino que sucedió muchas veces, y es algo que ha causado que esta gente clame a Dios. Y nuevamente, puede usted ver aquí que el templo, el santuario, es el centro mismo de todo esto. Esta sección corresponde al Libro de Levítico, y ese es el Libro que habla de la adoración en el tabernáculo, más adelante, alrededor del templo o en el templo mismo. Es un clamor a Dios, por supuesto, para que venga el juicio. Ahora, dice en el versículo 2: 2Dieron los cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos, La carne de tus santos a las bestias de la tierra. (Sal. 79:2)

Y este era un problema que tenía esta gente. ¿Por qué permitía Dios esto? Los profetas antiguos habían dicho que no iba a ocurrir. Más adelante, sin embargo, Jeremías les había dicho que iba a ocurrir, y aquí los encontramos a ellos clamando. Por supuesto, esto era antes de Jeremías, pero aún así es una pregunta, y entendemos que muchos judíos se han hecho ateos debido a lo que ocurrió a su pueblo en Alemania, en la segunda guerra mundial durante la dictadura de Hitler. Bien, es muy difícil para ellos, por supuesto, comprender esto. Quizá ellos tengan las mismas preguntas que tiene aquí el salmista, pero, ¿han sido ellos fieles a Dios? ¿Se encuentran ellos en una relación apropiada con Él? ¿Le han aceptado como su Mesías? ¿Estaban ellos volviéndose hacia Él? Y la respuesta, por supuesto, es negativa. Y Dios ha juzgado a Su pueblo, y lo está juzgando en el presente. Creemos que un gran juicio ha caído sobre la Iglesia en el presente y vendrá. Creemos que un gran juicio ha venido sobre las naciones, es decir, naciones como las nuestras. Ya existe un juicio. Así es que existe este clamor. Ahora, en el versículo 5, de este Salmo 79, leemos: 5¿Hasta cuándo, oh Jehová? ¿Estarás airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo? (Sal. 79:5) ¿No cesará jamás todo esto sobre nosotros? Ese es el clamor que salía de ellos. Y luego, encontramos un pedido de perdón. Escuche lo que dicen los versículos 8 y 9, de este Salmo 79: 8No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; Vengan pronto tus misericordias a encontrarnos, Porque estamos muy abatidos. 9Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; Y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre. (Sal. 79:8-9) Usted recuerda, amigo oyente, que Dios ya les ha contestado: “De tus pecados no me acordaré más,” dice Él. Pero, ¿cómo puede Él borrarlos y perdonar al pueblo? Solamente mediante la muerte de  Cristo. Ahora, cuando Él es rechazado, ya sea la persona judía o gentil; ya sea una persona rica o pobre; libre o esclavo; blanco o negro; rojo o amarillo; lo que sea, no hay ninguna diferencia de quién es esa persona. Cuando uno rechaza a Jesucristo, amigo oyente, entonces uno tiene que padecer el juicio. Usted va a tener que estar frente a Él en juicio, o en redención. No hay ninguna otra forma de estar delante de Él, con excepción de las que hemos mencionado. Así es que tenemos el clamor de este pueblo. Y escuche lo que dice, esta es una nota lastimera. Leamos el versículo 9 otra vez, y la primera parte del versículo 10: 9Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; Y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre. 10Porque dirán las gentes: ¿Dónde está su Dios? (Sal. 79:9-10a) Ahora, ellos se habían estado jactando de esto. Dios estaba entre ellos y los podía librar. Los profetas falsos habían dicho eso, pero ahora, Dios no los ha librado, y ellos están pasando por el ridículo. Y así llegamos ahora al Salmo 80, y este es otro Salmo profético. En todo esto tenemos una continuidad de pensamiento, un desarrollo profético, digamos de paso. “La Septuaginta”, la versión griega del Antiguo Testamento, llamada así por ser, según se suponía, obra de setenta intérpretes, tiene una descripción que dice: “el asirio”, y por eso hay muchos que han intentado ubicar a este Salmo en otra época, pero aquí se nos dice de una manera muy clara que este es un Salmo de Asaf. Al músico principal; sobre Lirios. Ya hemos visto esto antes, y es algo que creemos es importante de notar de parte nuestra. Es un Salmo sobre Lirios, y entonces va a ver mención aquí del Mesías. Va a mencionarse en este Salmo al Señor Jesucristo. Tenemos, pues, que este Salmo 80, comienza diciendo: 1Oh Pastor de Israel, escucha; (Sal. 80:1a)

Esto es algo hermoso de observar. Y este pastor de Israel no es ningún otro que el mismo Señor Jesucristo. Ya se ha hecho mención de las ovejas y el pastor antes. Y aquí lo tenemos en relación con José. Cuando el anciano Jacob estaba impartiendo bendiciones en su lecho de muerte a sus doce hijos, él le dio la bendición más importante a su hijo José, y dijo: Tú que pastoreas como a ovejas a José. Ahora, allí se hace referencia al desierto, cuando las tribus de Israel estaban avanzando a la tierra que iban a tomar según la promesa que se les había hecho de poseerla, y era bajo el liderazgo de Jehová, el Pastor de Israel. ¿Pero quién era su líder? Bien, era Josué en esa ocasión. Él era de la tribu de Efraín y fue elegido para guiarlos a esa tierra. Él actuaba bajo el Capitán de los ejércitos del Señor. Esta es una parte muy hermosa. Es un Salmo maravilloso. Permítame leerle el primer versículo del Salmo 80: 1Oh Pastor de Israel, escucha; Tú que pastoreas como a ovejas a José, Que estás entre querubines, resplandece. (Sal. 80:1) Esta es una petición a Dios, quien se había reunido con esta gente en el lugar santísimo. Luego en el versículo 2, leemos: 2Despierta tu poder delante de Efraín, de Benjamín y de Manasés, Y ven a salvarnos. (Sal. 80:2) Ahora ¿por qué se menciona aquí Efraín, Benjamín, y Manasés? Para hallar la razón de esto uno debe leer el Libro de Números, allá en el capítulo 2, versículos 17 al 24. No lo vamos a hacer en este instante, pero usted lo puede hacer con tiempo y comodidad, y leerlo; repito, la cita es Números, capítulo 2, versículos 17 al 24. Y entonces usted encontrará que en la ubicación de las tribus alrededor del tabernáculo, estas tribus mencionadas aquí, la de Efraín, la de Benjamín, y la de Manasés, estaban colocadas inmediatamente después del arca, en la marcha, en el orden que se seguía cuando ellos andaban. Estas tres tribus se encontraban juntas en un costado, y ellos seguían inmediatamente después. Ahora, el arca les guiaba a través del desierto. Y de la misma manera en que Dios había guiado a tres tribus que estaban al frente de la marcha, ahora se escucha nuevamente este clamor: “Despierta Tu poder, guíanos nuevamente, oh Dios”. Y notemos lo que dice aquí en el versículo 3: 3Oh Dios, restáuranos; Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. (Sal. 80:3) Eso es citado tres veces en este Salmo (vs. 3, 7, 19). Parecía que fuera una especie de coro: Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Notemos ahora en el versículo 4, que se presenta algo de una elegía en este lugar, es una parte triste de este Salmo, sólo tres versículos: 4Jehová, Dios de los ejércitos, ¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo? (Sal. 80:4) Y nos damos cuenta que Él estaba indignado contra ellos, porque no les estaba contestando. Sigamos ahora con el versículo 5: 5Les diste a comer pan de lágrimas, Y a beber lágrimas en gran abundancia. (Sal. 80:5) Este es uno de los versículos más destacados de toda la Palabra de Dios. Dice aquí que Él les dio a ellos lágrimas para beber. Lágrimas en vez de pan. Todo lo que ellos tenían para comer eran lágrimas. Y éstas son lágrimas de sufrimiento. Ninguna nación ha sufrido tanto como este pueblo que ha sufrido y ha sobrevivido. Si las otras naciones hubieran sido tratadas en la misma manera en que Israel ha sido tratado en varias ocasiones, ya estarían exterminadas, y habrían desaparecido de la faz de la tierra. Ahora, esta nación ha estado bebiendo lágrimas a través de los siglos. ¿Por qué? Bien, Oh pastor de Israel, escucha. Porque el Pastor de Israel , los ha oído . No sólo los ha escuchado, sino que ellos le han rechazado. Leemos allá en el evangelio según San Lucas, capítulo 19, versículo 41: Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla lloró sobre ella. El Señor Jesucristo, como usted bien recuerda, se acerca a Jerusalén por última vez, en esta oportunidad Él no lloró por Sí mismo. Recuerda que cuando las hijas de Jerusalén estaban llorando, Él dijo: no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas. (Luc. 23:28) Ustedes deberían estar llorando por ustedes mismas. No lloren por Mí. Leamos lo que dice el evangelio según San Lucas, capítulo 19, versículos 42 al 44: 42diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Es un pasaje de las Escrituras que en realidad es tremendo. Y esa es la razón por la cual ellos tenían lágrimas para beber. Volvamos al Salmo 80, donde tenemos otro clamor aquí en el versículo 7: 7Oh Dios de los ejércitos, restáuranos; Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. (Sal. 80:7) Nuevamente nos preguntamos, ¿de quién es ese rostro que resplandece? Bueno, ese rostro que resplandece no es nada menos que el rostro del Mesías, del Señor Jesucristo. Ahora el salmista dice en otro versículo destacado, el versículo 8: 8Hiciste venir una vid de Egipto; Echaste las naciones, y la plantaste. (Sal. 80:8) Dios los trajo a ellos y los puso en esa tierra. Ahora, el templo de ellos iba a ser destruido, y ellos iban a salir de esa tierra. ¿Por qué? Por la misma razón por la cual las otras naciones habían sido quitadas de allí. ¿Por qué? Porque ellos le habían dado la espalda a Dios. La responsabilidad que tenía Israel era mucho más grande, porque ellos tenían privilegios que ninguna otra nación había tenido. Ellos tenían la presencia visible de Dios. Dice aquí en el versículo 9, de este Salmo 80: 9Limpiaste sitio delante de ella, E hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra. (Sal. 80:9) Esa es la vid. Dios había dicho: “La voy a colocar en esa tierra”. Y el versículo 10, dice: 10Los montes fueron cubiertos de su sombra, Y con sus sarmientos los cedros de Dios. (Sal. 80:10) Luego se presenta nuevamente una pregunta en el versículo 12: 12¿Por qué aportillaste sus vallados, Y la vendimian todos los que pasan por el camino? (Sal. 80:12) Bien, por muchos años Dios había edificado un cerco alrededor de esa tierra; es algo bastante interesante. Esta gente estuvo en esa tierra, digamos, por unos quinientos años, y nadie los tocó nunca. Dios nunca permitió que las grandes naciones de esa época los destruyeran. Egipto vino contra ellos, ganó algunas victorias pero nunca los destruyó. Lo mismo se puede decir acerca de Siria, la nación Hitita; pero llegó un día cuando Dios quitó ese cerco de protección y permitió que ellos entraran. ¿Por qué? Porque habían rechazado al Pastor de Israel. ¡Qué hermoso este cuadro que tenemos ante nosotros! Ahora, en el versículo 17, dice: 17Sea tu mano sobre el varón de tu diestra, Sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste. (Sal. 80:17) Ese es el lugar de poder. ¿Y quién está a la diestra de Dios? El Mesías de ellos. “Siéntate a mi diestra y pondré a Tus enemigos por estrado de Tus pies.” Eso es algo destacado, y permítanos decirle, que tenemos aquí, un cuadro sobresaliente. Usted recuerda el relato que tenemos allá en el capítulo 35, de Génesis, que se refiere a la muerte de Raquel; que antes que eso sucediera y casi a la entrada de la ciudad de Belén, ella no pudo entrar y descansar en el establo de un mesón. Usted recuerda que allí nació Benjamín, pero ella no le puso Benjamín por nombre. Cuando ella observó a ese pequeño bebé que acababa de nacer y al morir ella dijo: su nombre es Benoni, que significa “el hijo de mi tristeza,” y cuando lo vio el anciano Jacob, y pensó que tenía quizá los ojos de su hermosa Raquel, él dijo: “lo llamaremos Benjamín,” es decir, “hijo de mi mano derecha.” Ese es el Señor Jesucristo, amigo oyente, Él es un hijo de sufrimiento, como vino al mundo en la primera oportunidad. Pero hoy, Él está a la diestra de Dios. Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Él vendrá un día del cielo a esta tierra. Notemos ahora lo que dice el versículo 18, de este Salmo 80, que estamos estudiando: 18Así no nos apartaremos de ti; Vida nos darás, e invocaremos tu nombre. (Sal. 80:18) Y luego en el versículo 19, tenemos este coro por tercera vez: 19¡Oh Jehová, Dios de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. (Sal. 80:19) ¡Este es un Salmo realmente maravilloso! Y llegamos ahora al Salmo 81, y como muchos de los otros Salmos que hemos observado, está ligado al Salmo que lo antecede. Tenemos aquí una historia que continúa. Vimos la oración en el Salmo anterior, era una oración que no es para ser pronunciada por los creyentes. No es necesario para el creyente orar esta oración. Es para el tiempo del sufrimiento de Jacob al final de las edades. La oración nuestra para el presente es: ¡Ven Señor Jesús, ven pronto! Esa es una gran oración, y mientras tanto debemos orar: ¡Ayúdanos a predicar tu Palabra, Señor! Aquí tenemos, pues, un cántico de libertad, digamos de paso, presentado ante nosotros en este Salmo

Comienza con una nota muy elevada. Es un solo de soprano; escuche usted los primeros cuatro versículos: 1Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra; Al Dios de Jacob aclamad con júbilo. 2Entonad canción, y tañed el pandero, El arpa deliciosa y el salterio. 3Tocad la trompeta en la nueva luna, En el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne. 4Porque estatuto es de Israel, Ordenanza del Dios de Jacob. (Sal. 81:1-4) Creemos que aquí está la clave, en la mención que se hace de tocar la trompeta en la nueva luna, y eso es muy exacto ya que la luna nueva aparece antes de que aparezca el Sol de Justicia con sanidad en Sus alas. Y Él viene para librarlos. Creemos que esto es en referencia a la fiesta de los tabernáculos. Y es algo hermoso. Tenemos las cuatro fiestas que se celebran al comienzo del año: la fiesta de la pascua; estaba la fiesta de pentecostés; también la fiesta de las primicias, y luego la fiesta de los tabernáculos. Todas estas fiestas tenían lugar, y creemos que aquí tenemos la fiesta de los tabernáculos, la fiesta de las trompetas; y era un gran día, y aún tiene su mirada puesta en el futuro. Esto es lo que tenemos aquí en este Salmo 81, al comenzar de esa manera. Ahora, en el versículo 4, leímos: 4Porque estatuto es de Israel, Ordenanza del Dios de Jacob. (Sal. 81:4)

 Usted puede apreciar que esto se refiere específicamente a este pueblo. Así es que lo podemos dejar así. Y en el versículo 8, leemos: 8Oye, pueblo mío, y te amonestaré. Israel, si me oyeres, (Sal. 81:8) Y luego leemos, en el versículo 10: 10Yo soy Jehová tu Dios, Que te hice subir de la tierra de Egipto; Abre tu boca, y yo la llenaré. (Sal. 81:10) Esta es una promesa para este pueblo, y nosotros debemos dejarla tal cual está. Creemos que hay aquí una gran lección espiritual para nosotros. Él nunca me sacó a mí de Egipto, pero sí me sacó del pecado, y ese es el Egipto de este mundo. Así es que podemos decir, “abre tu boca y Yo la llenaré, de bendiciones espirituales.” Y Él ha hecho eso. Dios ha sido bueno, amigo oyente, bueno y maravilloso. Ahora, en el versículo 11, leemos: 11Pero mi pueblo no oyó mi voz, E Israel no me quiso a mí. (Sal. 81:11) No quieren tener nada que ver con Dios hoy, digamos de paso. La nación que se encuentra ahora en esa tierra, no se ha vuelto hacia Dios en el presente. Ellos se encuentran tan alejados de Dios como lo estamos nosotros hoy, y en realidad no hay mucha diferencia en el aspecto espiritual entre el lado árabe y el lado de Israel. No existe mucha diferencia entre esa tierra con la de cualquier otro país. Creemos que nos encontramos hoy en una situación espiritual peor que la de muchos otros, y estamos tratando de decirle al mundo cómo deberían ellos hacer las cosas. Creemos que es necesario que nosotros nos vistamos de cilicio y cenizas, como nación, cada nación, debido a nuestra necesidad de fe en el presente. Como un solo pueblo, los individuos debieran volverse a Dios. Ahora, los versículos 13 al 16, de este Salmo 81, dicen: 13¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, Si en mis caminos hubiera andado Israel! 14En un momento habría yo derribado a sus enemigos, Y vuelto mi mano contra sus adversarios. 15Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido, Y el tiempo de ellos sería para siempre. 16Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, Y con miel de la peña les saciaría. (Sal. 81:13-16) Lamentablemente, ellos no le han oído. Y tememos que nosotros no estamos en mejores condiciones que ellos. Pero debiéramos despertarnos a esta gran necesidad de fe que tenemos en el presente y hacer algo para volvernos a Dios. Y, bien, aquí vamos a detenernos por hoy, , y Dios mediante, en nuestro próximo estudio, entraremos a estudiar el Salmo 82. Le invitamos, pues, a que nos acompañe. Hasta entonces, ¡y que la búsqueda de un acercamiento con el Dios vivo y verdadero, sea su mayor anhelo, es nuestra ferviente oración!

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