LEVÍTICO Capítulo 17:1 - 7
Continuamos viajando por el libro de Levítico. En nuestro estudio anterior hicimos una breve introducción a este capítulo 17 del tercer libro de Moisés, y dijimos entre otras cosas que quizá usted ya haya notado que este es un libro excitante mientras despliega y manifiesta las grandes verdades fundamentales y cardinales para el cristiano de hoy en día.
Y aunque estas cosas fueron dadas en realidad a la nación de Israel de una manera literal, y aunque la razón por la cual se hacían estas cosas haya pasado, sin embargo, todo esto contiene grandes verdades espirituales para hoy en día. También aclara muchos interrogantes y da nueva comprensión a las verdades del Nuevo Testamento.
Dijimos también, que algunas personas tratan este capítulo como una extensión del capítulo anterior. Ahora, es verdad que hay cierta continuidad y sucesión de los hechos aquí, pero el tema central es diferente. Ahora, recibe especial consideración el único lugar de sacrificio y el gran valor de la sangre. Este capítulo tiene una aplicación directa a la marcha a través del desierto y al período cuando los israelitas acampaban alrededor del tabernáculo.
Tiene que ver más bien, con las consideraciones relacionadas con la ética, antes que con las consideraciones ceremoniales. Los animales limpios para el alimento tenían que se sacrificados en el tabernáculo. Sólo los versículos 8 y 9 de este capítulo 17, tienen que ver específicamente con la ofrenda ceremonial de un sacrificio a Dios.
Después que la nación de Israel se esparció por toda la tierra de Palestina, algunos vivían a muchos kilómetros de distancia del tabernáculo y no habría sido factible ni aun posible, que ellos trajeran los animales que iban a comer para matarlos en el tabernáculo. En el capítulo 12 de Deuteronomio, veremos que Dios revisó las instrucciones que les había dado antes cuando ya estaban listos para entrar en la tierra prometida.
Dijimos también que la razón específica por la cual los israelitas no debían comer sangre nunca, es porque la sangre representa la vida. Y había dos razones en realidad, para esta prohibición. En primer lugar, porque la vida es sagrada; aun los animales no debían ser muertos innecesariamente. Y en segundo lugar, porque la sangre habla del sacrificio de Cristo. La vida es sagrada y debe ser protegida. En cambio,
Cristo tuvo que dar Su vida para que el pecador pudiera tener vida. La sangre y la vida son sinónimas. El hombre nunca debía comer sangre. En cambio, debe tomar la sangre de Cristo, que quiere decir: apropiarse por la fe de la sangre derramada por Cristo, la vida de Cristo que Él entregó para que nosotros tuviéramos vida. Vamos pues, a amar, a alabar y a hablar de la sangre. Concluimos nuestro programa anterior, diciendo que son demasiadas las veces que en la iglesia se trata de restarle importancia al tema del pecado.
Y cuando esto ocurre, cuando hay vacilación en mencionar el pecado, sigue por consiguiente que se le da también poca importancia a la preciosa sangre de Cristo .Y esta es una situación muy triste y peligrosa. Veamos, entonces ahora, el bosquejo que seguiremos en nuestro estudio de este capítulo 17 de Levítico. Como dijimos, el tema central de este capítulo, es el único lugar del sacrificio y el valor de la sangre. Y consideraremos este tema central bajo los cuatro aspectos siguientes:
Primero, el único lugar del sacrificio, en los versículos 1 al 6.
En segundo lugar, la ofensa de la adoración oculta de las cabras, en el versículo 7.
En tercer lugar, la ofrenda del sacrificio en el tabernáculo, en los versículos 8 y 9.
Y en cuarto lugar, la obligación de no comer sangre, en los versículos 10 al 16. Comencemos pues, con el primer aspecto, o sea, el único lugar del sacrificio. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 17 de Levítico:
1 Habló Jehová a Moisés, diciendo: 2 Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel, y diles: Esto es lo que ha mandado Jehová: (Lev. 17:1-2)
Estas instrucciones no eran tan sólo para Moisés y Aarón, sino también para los hijos de Aarón y para toda la nación de Israel. Es obvio que ahora Dios se está allegando a la vida personal y privada del pueblo. No sólo distinguía entre los animales limpios e inmundos del capítulo 11, sino que ahora da los reglamentos sobre cómo debían comer los animales limpios.
La vida del pueblo de Israel debe ser diferente a la vida de los paganos en su derredor. Veremos que se menciona esto una vez más en el próximo capítulo, es decir, en el capítulo 18 de Levítico. Ahora, leamos los versículos 3 hasta el 6 de este capítulo 17:
3 Cualquier varón de la casa de Israel que degollare buey o cordero o cabra, en el campamento o fuera de él, 4 y no lo trajere a la puerta del tabernáculo de reunión para ofrecer ofrenda a Jehová delante del tabernáculo de Jehová, será culpado de sangre el tal varón; sangre derramó; será cortado el tal varón de entre su pueblo, 5 a fin de que traigan los hijos de Israel sus sacrificios, los que sacrifican en medio del campo, para que los traigan a Jehová a la puerta del tabernáculo de reunión al sacerdote, y sacrifiquen ellos sacrificios de paz a Jehová. 6 Y el sacerdote esparcirá la sangre sobre el altar de Jehová a la puerta del tabernáculo de reunión, y quemará la grosura en olor grato a Jehová. (Lev. 17:3-6)
Quizá usted se pregunte: “Bueno, ¿y de qué se habla aquí?” Esta es otra de aquellas leyes extrañas que no tiene que ver con la ofrenda ceremonial de sacrificios. Cuando usted examine este pasaje con cuidado, notará que estos animales debían servir de alimento para el pueblo de Dios. ¡Dios está demandando que le traigan a Él a la mesa de comer! Y así por esta señal, los dioses paganos quedaban entonces excluidos.
Ahora, ¿por qué fue Dios tan rígido en cuanto a esto? Si iban a comer carne de cordero para la cena, tenían que traer el cordero a la puerta del tabernáculo para matarlo. Y quizá algunos no querían que sus vecinos se dieran cuenta que iban a tener visitas para la cena. O quizá a algunos se les olvidó convidar a la suegra para la cena. Bueno, no importaba.
El hecho era que tenían que matar el animal en el tabernáculo. Esto fue hecho debido a sus antecedentes. Es que, entre los paganos, la carne era ofrecida a un ídolo, antes de ser comida. Y Dios estaba poniendo un obstáculo en la vía para impedir que Su pueblo tomara el camino largo hacia la idolatría, las tinieblas espirituales y el juicio.
Cuando vivían en Egipto, aunque eran esclavos, eran idólatras así como lo eran los egipcios. Y Dios no les redimió porque eran en alguna manera superiores. Dios les redimió porqu e había oído su clamor y porque había hecho una promesa a Abraham, a Isaac, y a Jacob. Y cuando Dios hace un pacto , lo cumple.
Quizá usted se esté preguntando: “Bueno, ¿y cómo es que Él sabe que eran idólatras en la tierra de Egipto?” Bien, en la profecía de Ezequiel, capítulo 20, versículos 6 al 8, encontramos estas palabras, escuche usted: “Aquel día que les alcé mi mano, jurando así que los sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que les había provisto, que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras; entonces les dije: Cada uno eche de sí las abominaciones de delante de sus ojos, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto.
Yo soy Jehová vuestro Dios. Mas ellos se rebelaron contra mí, y no quisieron obedecerme; no echó de sí cada uno las abominaciones de delante de sus ojos, ni dejaron los ídolos de Egipto; y dije que derramaría mi ira sobre ellos, para cumplir mi enojo en ellos en medio de la tierra de Egipto”. Como usted ve , la Escritura misma declara que eran idólatras. Y Dios trata de separarlos de todo eso que los había contaminado en la tierra de Egipto. Habían adorado a los animales y el derramamiento de la sangre y la ofrenda de la carne se usaban en la idolatría.
Es necesario que uno comprenda estos antecedentes para entonces, entender mejor el significado de las prohibiciones que hace el Apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, capítulo 8, versículos 1 al 13; y en el capítulo 10 de la misma carta, versículos 1 al 33. Los corintios eran idólatras y su costumbre era traer sus animales para ofrecerlos a sus dioses, a sus ídolos. Dejaban su animal en el templo, y luego esa carne era vendida allí en la carnicería del templo.
El mejor “filet mignon” de aquel día tenía que comprarse en el templo pagano. El templo pagano, entonces, se constituía en el supermercado local. Ahora, durante el tiempo del Nuevo Testamento, el israelita piadoso había sido tan disciplinado que no quería tener nada que ver con esta carne que había sido ofrecida a los ídolos.
En cambio, los gentiles que se convertián no tenían ningún problema en cuanto al comer la carne que había sido ofrecida a ídolos. Por tanto, a los cristianos judíos no les gustaba comer junto con los cristianos gentiles por razón a esta diferencia en cuanto a la carne ofrecida a los ídolos. Estas, pues, fueron las circunstancias que rodeaban este pasaje a los corintios.
Los israelitas tenían muy poca carne para comer durante sus años en el desierto. Y creemos que el incidente en cuanto a las codornices indicó esto. Se quejaban porque no tenían carne para comer, y clamaban: “¡Quién nos diera a comer carne!”, según el capítulo 11 de Números, versículo 4. Ahora, esto era verdad en cuanto a todas las naciones de la antigüedad y aún hoy en día en las naciones del Oriente escasea la carne. Hay allí los que realmente son vegetarianos en su manera de comer .
Ahora, un animal limpio para comer en la mesa tenía que ser muerto a la puerta del tabernáculo. La sangre era derramada allí. La sangre era puesta en el altar, y el sebo era ofrecido como ofrenda de olor grato. El sacrificio era una ofrenda de paz, pero el resto del animal era devuelto al dueño quien podía prepararlo para su propia mesa. Por eso, los creyentes judíos se resentíam con los gentiles que comían carne que había sido comprada en un templo pagano.
Es interesante notar en el libro de los Hechos, capítulo 15, versículos 19 y 20, que cuando el gran concilio de Jerusalén entregó su decisión, Santiago habló por el grupo y dijo: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre”.
Dios les estaba enseñando a los creyentes gentiles que la vida es sagrada. Permítanos decir aquí, oyente, que la matanza de animales para la comida, todavía se asocia con la adoración pagana entre los habitantes de la India y Persia. Y pasamos ahora a considerar el segundo aspecto en nuestro estudio de este capítulo 17, que es: “la ofensa de la adoración oculta de las cabras”. Leamos el versículo 7 de Levítico capítulo 17:
7 Y nunca más sacrificarán sus sacrificios a los demonios, tras de los cuales han fornicado; tendrán esto por estatuto perpetuo por sus edades. (Lev. 17:7)
Ya hemos mencionado que la palabra “demonios” en este versículo es literalmente “peludos”, o el cabro padrón, o también sátiros. La misma palabra es usada en el libro Segundo de Crónicas, capítulo 11, versículo 15, donde leemos: “Y él designó sus propios sacerdotes para los lugares altos, y para los demonios, – literalmente aquí la palabra es los peludos, o el cabro padrón – y para los becerros que él había hecho”.
Fue así como Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel. Esto se refiere a la adoración degradante y disoluta de la naturaleza que estaba asociada al culto del dios “Pan”. Dios estaba diciendo a Su pueblo: “¡No hagan eso! Traigan ese animal a la puerta del tabernáculo”. Por eso mismo, hubo la pena tan severa como la que se menciona en el versículo 4. Los detalles tuvieron que ser cambiados cuando entraron en la tierra prometida, pero el principio que se enseña aquí es eterno.
Es importantísimo que veamos esto hoy en día. Ellos vivieron bajo el peligro de volver a la idolatría y a la crasa inmoralidad, y ahora mismo nosotros estamos viendo un regreso a este asunto de la adoración de los dioses de la naturaleza. , todo esto hoy en día que está de moda en cuanto al cabello largo y al volver a la vida “libre” y primitiva es un regreso al mismo tipo de cosa. Dios quería proteger a Su pueblo, y también quiere protegernos a nosotros de la idolatría y de la inmoralidad.
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