¿A quién enviaré, Y quién irá por nosotros?

En el día de hoy , regresamos al capítulo 6 de Isaías, y vamos a comenzar nuestra lectura en el versículo 3. En este capítulo 6 de Isaías encontramos el llamado y la nueva misión del profeta Isaías. Esto tuvo lugar en una época bastante tenebrosa para el profeta. Él menciona al comienzo de este capítulo el funeral del rey Uzías. Dice: En el año que murió el rey Uzías. Y con pensamientos lúgubres, este hombre opinaba que las cosas por afuera se veían bastante malas, y que llegarían a ser peores. Así es que, pensando de esa manera fue al templo y allí encontró dos maravillosas sorpresas para él. Como vimos en nuestro estudio anterior, en primer lugar, él vio que Dios estaba sobre todo.

Él dice: En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono. Y luego dice que el Señor se encontraba sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Después Isaías vio a los serafines con seis alas cada uno, y éstos se encontraban alrededor del trono. Ya hemos dicho que los querubines son aquellos que protegen el trono de Dios, y que los serafines son aquellos que escudriñan. Aquí se menciona a los serafines, escudriñando, declarando el pecado. Y en el versículo 3, leemos:

 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.

Amigo , este es un cuadro de la santidad y de la gloria de nuestro Dios. Él está en una posición elevada, alta, sublime. Y si nosotros pudiéramos verle a Él hoy de esa manera, nos libraríamos de vivir de una forma baja; nos libraríamos de esa familiaridad que algunos parecen tener con Jesús. Hablan de Él como si fuera un camarada cualquiera, como si pudieran hablar de Él de cualquier manera.

Amigo , usted no puede entrar precipitadamente en la presencia de Dios. Usted no puede hacer eso. Él no permite que usted haga eso. Usted puede ir al Padre a través del Señor Jesucristo. Esa es la única forma en que usted puede llegar a Él. Usted nunca puede llegar a Él por la clase de persona que usted es. Usted puede llegar a Él porque está en Cristo. El Señor Jesucristo dijo: Nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6b) Eso es lo que Señor Jesucristo dijo con toda claridad. Y si nosotros somos hijos Suyos, podemos entrar con libertad y confianza al trono de la gracia. Usted no puede llegar a Dios, amigo , hoy, de ninguna otra manera. La gracia de Dios ha sido extendida para usted de una manera privada. Y amigo , usted no puede llegar a Él de ninguna otra manera. Él se encuentra en una posición alta y sublime. Luego podemos leer en los versículos 3, una vez más y también el versículo 4, y dice:

Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
Los serafines aquí están repitiendo este monótono refrán hablando de la santidad de nuestro Dios; y lo que esto representa para nosotros es que Dios aún está sobre el trono. Él es un Dios santo que no se compromete, que no hace arreglos para nada con la maldad, y Él está avanzando inexorablemente para eliminarla de este Universo. ¿Qué resultado tiene esto en la vida de Isaías? Bueno, notemos lo que dice aquí el versículo 5:

Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.

Isaías antes de esta experiencia ya era un hombre de Dios, y luego de ella hay un resultado tremendo en su vida porque le revela a él su condición. Cuando él vio a Dios se pudo ver a sí mismo. Y el problema con muchos de nosotros hoy , es que no andamos en la luz de la Palabra de Dios. Y si nosotros hiciéramos eso, entonces podríamos vernos a nosotros mismos tal cual somos.

Eso fue exactamente lo que dijo Juan, allá en el primer capítulo de su Primera Epístola, versículo 7: Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Porque, amigo , si usted anda en la luz, usted va a poder ver exactamente lo que Isaías vio y que le hizo exclamar que era como un hombre muerto, y usted puede decir con él que también usted es un hombre inmundo de labios. Y , usted nunca ha llegado a ver realmente al Señor si usted piensa que es una persona digna, o que usted merece algo, o que usted tiene algo que reclamar de Él; porque usted y yo , no tenemos nada que reclamarle al Señor.

Esta experiencia no fue única de Isaías. Podemos mencionar brevemente algo que vimos cuando estudiamos el libro de Job. Vimos que Job era un hombre que se consideraba a sí mismo justo. Él podía mantener su integridad en la presencia de sus amigos que estaban tratando de despedazarlo, por así decirlo. Ellos estaban tratando de destruirle y desparramarlo a los cuatro puntos cardinales de la tierra. Ellos le dijeron que era un pecador empedernido, sin embargo él les miró fijamente y les dijo: “En cuanto a lo que yo sé, soy un hombre justo”. Y desde su punto de vista, él tenía razón. Y podemos decir que él ganó ese enfrentamiento contra ellos. Pero , Job no era perfecto. Él llegó a la presencia de Dios. Y cuando Dios le escuchó a él y le permitió ver lo que Dios era, este hombre Job ya no continúa hablando acerca de mantener su justicia propia. Él dijo: De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza. (Job 42:5-6)
Amigo , si usted anda en la luz de la Palabra de Dios, usted podrá verse a sí mismo y usted podrá conocer que como hijo de Dios usted necesitará de la sangre de Jesucristo para que le limpie de todo pecado. Este es el cuadro de la humanidad el día de hoy, y ese es el cuadro que tenemos aquí en cuanto a este hombre Isaías. Usted puede ver que esa fue la misma reacción que tuvieron otras personas que llegaron a la presencia de Dios. Juan, por ejemplo, en Apocalipsis nos dice: Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. (Apo. 1:17) Y Daniel dice que cuando él estuvo en la presencia de Dios, dice: no quedó fuerza en mí. (Dan. 10:8) Esa fue también la experiencia de Ezequiel. Ezequiel podía clamar de esa misma manera. Y Saulo de Tarso, ¿se recuerda? También podía verse a sí mismo, ya no como un hombre justo ante sus propios ojos, sino como un pecador, un pecador perdido, y un pecador que necesitaba ser salvo. Y él dijo: Pero cuantas cosas eran para mi ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Él vio su necesidad de Jesucristo. Y vemos aquí en el Libro de Isaías que inmediatamente después que un hombre hace su confesión a Dios, Dios está allí. Y se nos dice aquí en el versículo 6:
 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas;

Ahora, lo interesante de notar aquí es que estamos viendo que este carbón encendido fue tomado del altar en el cual se había tratado el pecado. En el próximo capítulo vamos a observar que se hace mención al nacimiento virginal de Cristo. Debemos destacar que no es la encarnación de Cristo la que salva, sino que es la muerte sobre la cruz. Isaías aquí necesitaba ese carbón encendido tomado del altar, y el altar nos habla de la muerte de Cristo. Este carbón encendido nos habla de la sangre de Cristo que limpia los pecados de todos los pecadores. Porque la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos continúa limpiando de todos nuestros pecados. ¡Qué cuadro el que tenemos aquí,! Ahora, el versículo 7, dice:

y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.

Él tocó sus labios. Isaías era un hombre de labios inmundos, y por supuesto que la condición para la limpieza es la confesión. El Apóstol Juan, dice allá en su primera epístola, capítulo 1, versículo 9: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Por tanto, creemos que ese carbón encendido que tenemos aquí en Isaías no es otro sino el mismo Señor Jesucristo. Aquel que estaba en un trono alto y sublime, fue el mismo que fue levantado sobre una cruz.

 Era absolutamente esencial que Él fuera levantado porque Él descendió a este mundo y llegó a ser uno de nosotros, para poder llegar a ser así el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29) Así es que los labios de este hombre son limpiados. Tomamos esto como una manifestación externa, del hecho que el hombre interno es limpio, ya que lo que sale del corazón del hombre pasa a través de sus labios, y cuando sus labios son limpiados, el corazón también es limpiado.

Isaías dice aquí que él era un hombre muerto, y es lo mismo que el Apóstol Pablo expresa cuando dice en el capítulo 7, versículo 24, de su epístola a los Romanos: ¡Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Él no era un pecador perdido, pero era un santo de Dios, aprendiendo una lección de Dios; de que Él necesitaba andar en el Espíritu, y que él no podía vivir para Dios por sí mismo. Esto sólo puede lograrse por gracia divina, y aquí se nos dice que existe cierta responsabilidad. El Apóstol Pablo lo expresó cuando le escribió a ese joven predicador Timoteo, en su Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 2 y versículo 21, donde le dice: Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. Así es que necesitamos tener la aplicación de la redención de Cristo en nuestras propias vidas una y otra vez. Bien, volviendo a Isaías notamos que después que él es limpiado, purificado, ocurre algo. Leamos los versículos 6 y 7, de este capítulo 6 de Isaías:

Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.

Luego dice en el versículo 8:

Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

Esto es algo bastante interesante. Hasta esta ocasión Isaías nunca había escuchado el llamado de Dios. Opinamos que gran cantidad de los creyentes hoy, no han sentido el llamado de Dios para hacer cualquier cosa; es provocado en su gran mayoría por el hecho de que necesitan ser limpiados, purificados. Ellos no han visto su gran necesidad como creyentes. Amigo , Dios no va a utilizar un vaso inmundo, de eso estamos seguros. Él simplemente no hace esas cosas.

Ahora, hemos notado que hay ciertas personas que han presentado la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios ha sido bendecida, pero con el transcurso del tiempo Dios los ha juzgado. No vamos a mencionar nombres aquí, pero hay algunos ministros que por algún tiempo reciben la bendición de Dios, pero luego se involucran en el pecado, y , no pasa mucho tiempo hasta cuando el juicio de Dios cae sobre ellos. Usted tiene que ser purificado si usted quiere escuchar el llamado de Dios.

Y ahora Isaías escucha ese llamado: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Ahora, no creemos que sea necesario destacar aquí, en esta frase, el hecho de que tenemos primero el singular y luego el plural. Y creemos que tenemos aquí presente a la Trinidad. ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Esa es la Trinidad.

Entonces respondí yo: heme aquí, envíame a mí. Este hombre escucha el llamado por primera vez aquí, y responde a ese llamado de la misma manera en que puede responder cualquier persona que ha sido limpiada y purificada. Hay demasiadas personas hoy que piden hacer algo en la Iglesia, y ante todo deberían ser limpiados y purificados, y haber arreglado las cosas con el Señor. Necesitan que sus labios sean tocados con el carbón encendido. Necesitan confesar los pecados que están en sus vidas porque si no lo hacen, su servicio va a ser algo estéril, y se sentirán frustrados hasta cuando eso ocurra. Notemos ahora la misión que recibe Isaías. Leamos el versículo 9:

 Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.

Anda, y di, ese es el mensaje. Anda, y di a este pueblo. Este es un mensaje bastante extraño y debemos tener cuidado aquí en este punto porque a Isaías se le pide que haga algo que es bastante extraño. El mensaje dice: Anda, y di a este pueblo. Ahora, confiamos que podamos entender que este pueblo aquí en esta ocasión, indicaba a la nación de Israel. Ahora, veamos lo que dicen los versículos 9 hasta la primera parte del versículo 11:

Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10 Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. 11 Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor?

 Ahora, al leer esto parecería que el profeta está siendo enviado a gente ciega, sorda y de corazón endurecido. Aun así, y debemos tener cuidado con lo que decimos ahora, creemos que podemos decir sin lugar a dudas, que Dios nunca endurece los corazones que de otra manera podrían ser tiernos, y que estas personas ya tienen sus corazones endurecidos y Dios simplemente demuestra eso, aun cuando Él no endurece los corazones de ellos.
Él no enceguece los ojos de aquellos que quieren ver, pero sin Su intervención, ellos nunca llegarían a ver. Y es a causa de la blasfemia insensata del hombre y de su enemistad con Dios, que hace que esta gente argumente que Dios endurece o que Dios causa la ceguera espiritual. Pero, Él no lo hace, amigo . Creemos que tenemos ilustraciones de esto en las Sagradas Escrituras, y de que Él es esa luz que brilla en las tinieblas, y aun así, ellos no ven. El Señor Jesucristo dijo allá en el evangelio según San Mateo, capítulo 6, al final del versículo 23: Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?

Quisiéramos ilustrar esto de una forma sencilla y esperamos que usted comprenda lo que queremos decir. Si usted se va de noche al granero llevando en su mano una linterna, ¿qué es lo que sucede cuando usted llega a ese lugar? Bueno, suceden dos cosas. En el momento en que se enciende la luz en ese granero, las ratas buscan refugio, uno las puede ver o escuchar cuando corren de un lugar a otro, y luego, las aves que se han refugiado en el lugar para pasar la noche, pueden ver claramente a su alrededor. Ahora, la luz causa que unos animales corran, mientras que los otros pueden ver. Ahora, ¿fue la luz la que produjo la rata? Por supuesto que no. Ya era una rata antes que llegara la luz a ese lugar. Lo único que la luz hizo fue revelar que es una rata. Y la luz que vino a este mundo fue el Señor Jesucristo. Y Él hizo dos cosas. Permitió que los ciegos vieran y que las ratas corrieran.

Ahora, permítanos otra ilustración. Hace algunos años ocurrió una gran explosión en una mina, y muchos hombres que se encontraban trabajando allí no pudieron salir a causa de los derrumbes ocurridos. Después de pasar varios días, las patrullas de rescate lograron encontrarlos, y una de las primeras cosas que pudieron hacer por estos hombres fue la de pasarles una luz. Cuando se encendió la luz, un joven que estaba allí de pie dijo: Bueno, ¿y por qué no encienden la luz? Y los demás mineros le miraron sorprendidos. Enseguida se dieron cuenta que este joven había quedado ciego a causa de la explosión. Pero, amigo , fue necesario tener luz en ese lugar para revelar que ese joven había quedado ciego.

Dios no causa la ceguera de nadie. Dios no endurece los corazones. Cuando brilla la luz, revela lo que la persona ya es, y por tanto, eso es lo que tenemos aquí, y eso es exactamente lo que el Señor dijo cuando citó este pasaje. En la Segunda epístola a los Corintios, capítulo 2, versículos 14 al 16, leemos: Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? Estoy seguro que yo no lo soy, amigo .

Pero estamos seguros que cuando un Pastor de una Iglesia está haciendo una invitación al arrepentimiento, habrá aquellas personas que aceptan. Luego, este Pastor puede decir: “Si usted ha estado presente aquí esta mañana y ha rechazado al Señor Jesucristo, usted ha entrado aquí como una persona perdida y va a salir de la misma manera. Pero, debo advertirle que ahora, yo ya no soy más su amigo. Y no lo puedo ser más, porque ahora usted no puede ir a la presencia de Dios y decirle que nunca antes había escuchado el evangelio”. ¿Se da cuenta usted de lo que ellos son ahora? Esos son ciegos que ahora se demuestran como tales, porque han rechazado a Cristo Jesús. Ellos ya eran ciegos. No fue Dios quien los hizo ciegos, sino que es la luz que revela que ya lo son .

Nosotros siempre estamos tratando de ayudar. Nos gusta citar la cantidad que tenemos de personas que han sido salvas. Pero nos gustaría jactarnos mucho más, del hecho de que hay miles de personas, diríamos millones de personas en este mismo instante, que están estudiando la Palabra de Dios. Y eso es lo importante, amigo . Esa es nuestra labor. Y luego, debemos decir que es cosa del Espíritu Santo de Dios el de tocar esos corazones.
Bien, y aquí nos detenemos por hoy porque nuestro tiempo ha llegado a su fin por el día de hoy. Sin embargo, le invitamos para que prosiga leyendo los versículos finales de este capítulo 6 del libro del profeta Isaías, para que así esté mejor preparado para nuestro próximo estudio . Mientras tanto, es nuestra oración que el Señor ilumine su entendimiento para una mayor comprensión de Su bendita Palabra. Hasta pronto , ¡que el Señor le bendiga!

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